El miso es mucho más que un simple ingrediente para sopas. Su historia milenaria, su versatilidad en la cocina lo han convertido en un condimento esencial, más allá de la gastronomía japonesa. Desde marinados y aderezos hasta postres innovadores, el miso continúa sorprendiendo a chefs y cocineros aficionados, por el sabor umami y profundo que le aporta la fermentación de granos como la soja, el arroz o la cebada, junto con un hongo llamado Aspergillus oryzae, conocido como koji.
Originado hace más de 1.000 años en China, el miso nació como una pasta fermentada de soja y arroz. Pero fue en Japón donde adquirió su importancia cultural y culinaria a través de la influencia de la cultura china y budista, que introdujo en el siglo VIII d.C. prácticas de fermentación en la región. A raíz de ese proceso, no solo es un potenciador del sabor, sino que también es beneficioso para la salud y rico en probióticos, beneficiosos para la salud digestiva. Además, es una buena fuente de proteínas vegetales, vitaminas B y minerales como el zinc, el manganeso y el cobre.
Existen varios tipos de miso, diferentes en sabor, color y textura, dependiendo de los ingredientes utilizados y el tiempo de fermentación. El miso blanco (shiro miso) es suave y dulce, mientras que el miso rojo (aka miso) es más intenso y salado. También puede clasificarse por su ingrediente base: puede hacerse con soja, arroz, cebada o una mezcla de estos.
Cada variedad tiene sus características particulares, lo que lo convierte en un condimento versátil. Puede usarse en aderezos y mayonesas, en platos de pescado e incluso en postres. Pero donde más brilla es en marinadas de verduras, como en nuestra berenjena lacada en miso y sésamo blanco, tierna, sabrosa y muy rica en umami, el famoso quinto sabor que potencia todos los demás. Puedes reservar tu mesa ahora mismo para venir a probar esta joya vegetal de la gastronomía japonesa.